De regreso a la Argentina, Sean Rooney asumió como presidente de la filial local de Shell con el foco puesto en el upstream. Analiza las medidas del Gobierno, el rol del capital privado y las bondades del negocio para la economía argentina
Sean Rooney no se asemeja a la media de los ejecutivos de la industria petrolera local. Prefiere levantarse muy temprano para no encontrar atestado de gente el subte de la línea D que lo transporta cada mañana hasta su oficina en el histórico edificio de Shell en Diagonal Norte. «Es una buena manera de conocer mejor a los argentinos y la forma más eficiente de moverse en una ciudad con las dimensiones de Buenos Aires», explica acerca de la decisión de no tener un chofer a su disposición. Geólogo de profesión, legado familiar que viene de su padre, pronuncia un español atravesado por su lengua madre, el inglés, que incluso utiliza en contadas ocasiones para compartir algunos de sus argumentos más técnicos a lo largo de la entrevista con Revista TRAMA.
Entre sus peculiaridades, Rooney aún conserva algunos de los muebles que fabricó su abuelo, Agapito Rey, cuando ofició de carpintero, en la provincia de Corrientes, tras abandonar su Pontevedra natal a inicios del siglo XX. El derrotero de sus primeros años de vida lo llevó de vuelta a España, pero el inicio de la Segunda Guerra Mundial depositó al abuelo de Rooney en los Estados Unidos. Allí, se enfiló en las Fuerzas Armadas con el propósito de obtener la residencia. Tras conseguirla, ejerció como profesor de español en Indiana University. Estudioso de la historia española en América Latina, Rey publicó varios libros y no sólo legó unos muebles handmade a su nieto sino que, también, le transmitió la lengua española y la existencia de un país en el sur del mapa llamado Argentina.
Un siglo más tarde, Rooney es el flamante presidente de la filial local de Shell, tras la escisión y venta de la división de downstream (ver recuadro), y apenas tres meses después de radicarse nuevamente en el país comparte su impresión sobre la sociedad, los planes de la empresa y el potencial de Vaca Muerta, en un mano a mano con este medio
Rascando en la superficie
«Mi suerte de volver a la Argentina se relaciona con la confianza que tengo en Vaca Muerta, que posee un potencial enorme para el país y la posibilidad de transformar realmente su economía», asegura Rooney. «Además de saber geología, perforación y seguridad, creo que un desafío es poder traducir lo que está pasando en Argentina. Entender dónde están los riesgos y dónde no. A veces no alcanza con leer los diarios desde otra parte del mundo porque no dan una visión precisa de lo que está pasando en el país. (En el Headquarters) confían en mí, a partir de mi experiencia, para que les diga la verdad», agrega.
La Argentina no resulta un territorio inexplorado por el ejecutivo. En 1991 pisó suelo local por primera vez como directivo de la estadounidense Mobile. «Me convocaron porque necesitaban a alguien que supiera hablar español, debido a que estábamos en el medio de un proceso de apertura del mercado latinoamericano», rememora y sigue: «Visité las oficinas de YPF en el Microcentro, pero no tengo un buen recuerdo de la ciudad en aquel momento. Ahora, la infraestructura, las calles y veredas han mejorado muchísimo, la veo mucho mejor».
Entre 1997 y 2003, sus desafíos profesionales lo terminaron depositando en Buenos Aires de forma permanente. Llegó apenas un año antes de la fusión de Mobile con Exxon. «Viví seis años en Villa Urquiza», señala quien, como muchos argentinos, atravesó la Convertibilidad, el Corralito y la asunción al poder de Néstor Kirchner.
Antes de compartir su visión sobre la potencialidad de Vaca Muerta, el ejecutivo resalta la capacidad humana del equipo argentino de Shell. «Es un equipo relativamente joven muy bien entrenado, incluidos estudiantes de la universidad que están aprendiendo a trabajar en línea con los principios de la compañía, logrando un muy buen trabajo. Estoy orgulloso de lo que están haciendo, tanto incorporar la tecnología desde el exterior como el trabajo con las comunidades, y siempre disfrutando del día a día», sostiene quien, desde su primera etapa en el país, destaca el nivel intelectual de los argentinos y la capacidad técnica para desarrollar Vaca Muerta en contraposición con países en una situación económica similar. «En el subte se puede observar a menudo a mucha gente leyendo diversos autores, algo que ni siquiera se ve en Londres», enfatiza Rooney.
Potencial geológico
A la hora de pensar en la formación neuquina, el ejecutivo no vacila: «La productividad de Vaca Muerta es impresionante, hay zonas mejores que Permian –formación de shale en los Estados Unidos–, y como roca es muy competitiva, por eso no me sorprenden los niveles de productividad que publican las empresas», admite.
Shell perforó cerca de 35 pozos en las áreas que posee sobre Vaca Muerta, incluyendo también aquellas que son operadas por la francesa Total, como Rincón de la Ceniza y La Escalonada. «La calidad de los recursos en Neuquén existe, pero las condiciones deben crearse para que no sea una oportunidad perdida», advierte, y amplía su concepto: «Hay mejoras que se pueden realizar en torno a Vaca Muerta para hacerla más competitiva respecto a los Estados Unidos».
Shell tiene en carpeta una inversión millonaria en Vaca Muerta con el propósito de ampliar su capacidad de tratamiento de petróleo hasta los 40.000 barriles en 2020. La decisión aún no está firme y dependerá de la validación del board global de la empresa, que se tomará en los próximos meses. A su vez, la multinacional anglo-holandesa amplió su planta de Producción Temprana (Early Production Facilitiy, EPF) de shale oil en Neuquén. La meta es incrementar, para fin de año, la capacidad de tratamiento de la planta de 10.000 a 12.000 barriles/día de petróleo no convencional.
«El sector privado está dispuesto a correr los riesgos, siempre y cuando exista la confianza de que se pueda comprar y vender cuando se quiera. Pero, por ejemplo, el caso de las retenciones juega en contra de una mayor competitividad. Incluso en el proceso de exportación de crudo, que si bien ha mejorado y no voy a criticar a este Gobierno que ha hecho un trabajo fantástico, aún hay obstáculos», señala el ejecutivo.
«Dicen que siempre hay un porcentaje argentino que hay que sumar al costo, pero no estoy de acuerdo con eso. El tipo de cambio ayuda porque nuestros ingresos están en dólares y parte de los gastos están en pesos, pero además la calidad de servicios aquí es comparable. Cuando trajimos la tecnología y los aprendizajes de Permian, lo hicimos porque creemos que no hay razón para no realizarlo aquí mejor que en los Estados Unidos. Ahora que estamos por tomar la decisión de ir a un desarrollo masivo, nos encontramos trabajando en la eficiencia de los costos para llegar a niveles similares a los de Estados Unidos. En el mediano plazo, un mercado libre donde le puedas vender crudo a quien quieras es el máximo objetivo», sentencia Rooney.
Un desarrollo profundo
En octubre, Vista Oil & Gas informó la adquisición por parte de Shell del 35% de participación en el bloque Coirón Amargo Sur Oeste, que estaba en manos de la petrolera presidida por Miguel Galuccio. Al mismo tiempo, la petrolera anglo-holandesa cedió en favor de Vista el 90% de participación en el bloque Águila Mora. Para el flamante presidente de Shell Argentina, esa operación no representa un cambio de estrategia, simplemente fue lo mejor para ambas compañías. «El acuerdo se concretó porque Águila Mora estaba hoy fuera de nuestro centro de operaciones; nos enfocamos en los tres bloques del sur», apunta. Hace referencia a Sierras Blancas, Cruz de Lorena y Coirón.
«Uno de los beneficios de Shell con activos en Estados Unidos y la Argentina es que podemos traer el desarrollo, la tecnología y experiencia del exterior, y estamos utilizando un sistema de perforación manejado desde un centro en Canadá en real time a través de un sistema computarizado», analiza Rooney. «Esto permite perforar los pozos horizontales con un alto nivel de precisión. Hay que seguir de forma muy precisa por la zona de la formación que uno quiere transitar para poder obtener los mejores niveles productivos», detalla.
«El próximo paso es que los pozos los haga una computadora a través de inteligencia artificial, algo que estamos trayendo a la Argentina con el firme objetivo de reducir los riesgos de cometer errores», anticipa el titular de Shell. ×
El poder de la resiliencia
La operación en Vaca Muerta implica también un trabajo más soft, por momentos invisibilizado para la gran mayoría, que se relaciona con la vinculación permanente entre comunidades y autoridades locales. «El principal riesgo que corre este tipo de desarrollos, como lo que sucede en Vaca Muerta, es la articulación con comunidades de la zona», asegura. «Nuestro primer contacto antes de hacer nuestro primer pozo fue ocho meses antes. Hablamos con los vecinos, el concejo deliberante, escuchamos sus expectativas. No había experiencia petrolífera previa en ese lugar (Shell opera en San Patricio del Chañar, una zona frutihortícola con algunos viñedos). Sin embargo, no tuvimos ningún problema con el agua, por citar un ejemplo», apuntan desde Shell. «Del mismo modo, Raízen hará lo propio en torno a la refinería», agrega Rooney. Este año, en el marco de una reorganización corporativa, Shell cedió la refinería de Buenos Aires, aproximadamente 665 estaciones de servicio, los negocios de LPG, combustibles marítimos, combustibles de aviación, asfaltos, químicos y lubricantes, así como las actividades de suministro y distribución en el país, a la brasileña Raízen, un grupo donde también la anglo-holandesa es socia de la compañía brasileña Cosán, a cambio de u$s 916 millones.
Por EconoJournal
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