Cliba operó este vehículo durante un año, logrando una disminución superior al 80% en emisiones de gases de efecto invernadero. Busca sumar otras diez unidades que funcionen mediante esta fuente sustentable
Imaginemos que, en la Ciudad de Buenos Aires, todo el servicio público de transporte y de recolección de residuos fuera hecho contaminando un 75% menos”, propone el ingeniero Alexandros Polijronopulos, gerente de Planificación y Proyectos de Cliba. Con esta imagen, la compañía se propuso hacer pruebas experimentales utilizando 100% de biodiésel en uno de los camiones de su flota.
La iniciativa no tiene precedentes en el país, aunque Gabriela Anania, gerente de Relaciones Institucionales de la firma, precisa que “hay otras compañías de otros segmentos de productos que trabajan con alguna composición de biodiésel”.
La empresa que lleva adelante la recolección de residuos a través de Cliba, Benito Roggio Ambiental, tiene una visión a largo plazo que, según Polijronopulos, se vio revalidada con la licitación de un contrato por 10 años. Antes, el período establecido por convenio solo alcanzaba los cuatro años más prórrogas, lo que obstaculizaba pensar en potenciales inversiones y acciones que se proyectaran en el tiempo.
Para hacer la prueba de factibilidad, Cliba armó una mesa de trabajo con otros tres actores. La automotriz Scania Argentina, proveedora de chasis pesados de Cliba, brindó apoyo técnico a través de la realización de los ensayos de laboratorio. La concesionaria Baisur se encargó de los trabajos mecánicos para analizar el estado de los componentes. Y la Cámara Argentina de Biocombustibles garantizó de forma gratuita la provisión y puso a disposición el biodiésel de mayor calidad del mercado.
Una de las premisas más llamativas es que al interno designado para la prueba (un Scania con equipo Roll On/Roll Off para desechos voluminosos) no se le efectuaron modificaciones mecánicas sustanciales. “Es el primer camión convencional del país que funciona con biodiésel”, destaca Polijronopulos, y comenta que se empleó un aceite de mejor calidad que el habitual y se hizo un cambio de filtros. Con el fin de proteger el valor de la prueba, también se limpió el tanque para que no quedaran residuos de gasoil que contaminaran el nuevo combustible. Como testigo y control comparativo respecto al uso del biodiésel, se usaron dos unidades propulsadas con gasoil.
¿Por qué se decidió continuar con la prueba durante 12 meses? “Que funcione es una cosa, pero que el camión después de un año no tenga desgaste es otra, porque los motores Scania son robustos y están preparados a ciertos malos tratos”, contesta el ingeniero. El resultado fue exitoso: no hubo problemas operativos.
A lo largo del ensayo, se tomaron muestras de contaminación del aire con gas y se contrastaron con la de las unidades de control. Según mediciones realizadas por CEAMSE (Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado), se redujo en un 84% la liberación de humos a la atmósfera, es decir, hasta seis veces menos que con el uso de gasoil.
Asimismo, y aunque no se pudo calcular, la emisión de óxido sulfuroso tuvo que haber bajado a cero, ya que el biodiésel no contiene azufre. Las emisiones de nitrógeno incrementaron 17%, pero manteniéndose en niveles permitidos.
En cuanto a la potencia, el testimonio de los choferes refiere que es marginalmente inferior a la del combustible tradicional. Si bien no se analizó este caso en particular, Scania informó que es normal un 8% de pérdida de potencia.
En una siguiente etapa, la firma busca escalar a 10 unidades con biodiésel en su flota de unidades de carga Roll Off. Esta meta, sin embargo, se enfrenta a algunos desafíos, dado que el mercado interno no está preparado para esa demanda.
El costo que implicaría la sustitución por biodiésel aún no tiene números finales, pero Cliba estima que, dependiendo del proveedor, el valor del combustible puede ser 10% más caro o incluso más barato que el gasoil.
Uno de los grandes problemas es que, si bien la Argentina es un importante productor de biodiésel -según un informe elaborado por Cliba, en 2016 se produjeron más de 2,7 millones de toneladas de biocombustible derivados de la soja-, la mayor parte es destinada a la exportación, por lo que el almacenamiento y la distribución interna son muy elevados.
“Esto es una punta de lanza y, con este proyecto, queremos empujar a que el país adopte en menos tiempo energías renovables”, afirma Polijronopulos.
Por Yasmín González Blanco
El Cronista
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